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La Carta Natal, un Rubik del cielo

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El silencio eterno de estos espacios infinitos me aterra. Pascal Me habrán escuchado, o más bien leído, decir que cuando alguien cuestiona la astrología suelo responder que, al igual que la literatura, la pintura o la música, es una ficción que nos muestra la verdad.  Toda carta natal es infinita hacia arriba. Ese dibujo del cielo no es sino un recorte, una segmentación de lo que la astrología ha intentado, a lo largo de los siglos, estudiar, catalogar, esbozar, interpretar y explicar. Nada más y nada menos que el cielo. Tamaña tarea.  Sin embargo, el conocido modelo tridimensional de planetas, signos y casas, que recuerda al Cubo de Rubik, funciona. De esa totalidad celestial, de ese bellísimo caos que podemos inferir levantando la vista en una noche estrellada, el astrólogo extrae elementos (mínimos pero indispensables) que conoce y le son familiares. Ahí están el Sol, la Luna, el Ascendente, etcétera. Se sumerge hacia arriba en lo que pareciera ser un inmens

Venus

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Afrodita, la belleza, el placer, la paz, las formas, el amor. Quizás Venus no sea la felicidad en sí misma, pero es muy difícil ser felices sin ella. El astrólogo inglés Charles E. O. Carter en su análisis de los aspectos astrológicos advierte que casi siempre la infelicidad está ligada a una Venus natal en malas condiciones y aspectos. Es que Venus quizás tenga poco que ver con la consecución de objetivos y conquistas personales, pero sí demasiado con el buen vivir, la paz personal y cómo nos posicionamos ante la vida desde una perspectiva más amena y placentera. Venus en nuestra carta natal es un órgano de contemplación y receptividad y mucho de la sana aceptación que se necesita ante las injusticias y las tristezas, mucho de la capacidad de asombro y deleite, depende de este planeta. Tener una Venus bien acondicionada en la carta natal es un infalible antídoto estético contra las circunstancias marciales y saturninas de la vida. Rige dos signos de belleza, Tauro y Libra , en

Compatibilidad astral

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La compatibilidad astral no debe plantearse como una suerte de brebaje mágico capaz de influir en la persona que nos interesa. Lo que sí vamos a notar, a medida que entendamos las zonas de nuestra carta y la del otro, es con qué (a veces asombrosa) exactitud encajan entre sí las partes, como legos diseñados para que hasta un niño pueda encastrarlos fácilmente. Todo lo que nos gusta del otro, todo lo que deseamos, lo llevamos tallado en ese mapa astral que es nuestra carta natal. Por ejemplo, entre el sol en Aries y el ascendente Leo, lo que tenemos es un aspecto que la astrología tradicional llama armónico, un trígono de fuego. Esto a grandes rasgos indica que la personalidad está en concordancia con la individualidad y que (a menos que otros aspectos natales difíciles predominen en la carta) se trata de una persona de acción. Las personas con marcada proporción de fuego en la carta natal (y de hecho el ascendente y el sol, corresponden a dos puntos importantes) tienden a imponer su