El ascendente o cuando la astrología no coincide conmigo
Típica consulta astral: sos de Leo pero no tenés carisma; o Cáncer y no sos popular; o Capricornio y no te vestís de negro. Conoces a alguien de Aries que te parece extrañamente poco irritable. Tenés una amiga a la que, aunque nació bajo el Sol en Sagitario, nunca le viste un átomo de aventura y menos de viaje. Más que indicar un error astrológico, estas aparentes contradicciones indican que el Sol no es lo único que cuenta en la carta natal.
Los astrólogos suelen decir que entre el Sol, la Luna y el Ascendente se encuentran las principales características del nativo. Sin embargo, todavía restan los demás planetas. Y el sistema de división de casas, algo así como casilleros astrales que corresponden a distintas áreas de nuestra vida.
El ascendente, el signo que asciende sobre el Este cuando nacemos, es nuestra versión exterior. Da comienzo a la casa 1: el yo, la personalidad, la apariencia física. Por eso es que tenemos una figura (tanto física como social) más acorde a su signo que al del Sol. Es como si quisiéramos ser nuestro ascendente. El clásico astrólogo Morin de Villefranche, Sol en Piscis, decía que al tener ascendente en Aries era rápido para enojarse, pero como su Marte estaba en Cáncer tardaba en vengarse, ya que es el planeta que refiere nuestra manera de defendernos y afirmarnos en el mundo y en Cáncer está en caída, además de que se trata de un signo acuático (más ligado a la empatía y los sentimientos que al impulso y el combate marciano).
Con el Sol en Géminis y el ascendente en Libra, por ejemplo, el nativo proyecta hacia afuera la imagen de una persona comprometida con la armonía, el equilibrio y las maneras civilizadas, amante del arte no a un nivel profundo o bohemio (como podría ser el caso de un ASC Escorpio o Piscis) sino más bien con esa distancia ecuánime y un poco clínica del coleccionista. Sin embargo, los que conocen un poco más a esa persona, la encuentran algo fluctuante e irresponsable, teñida de rasgos aniñados tanto psicológica y físicamente, cualidades distintivas del signo de los gemelos. También en términos morales se plantean diferencias. El ascendente libriano está íntimamente ligado a la justicia (no sólo es el signo de la balanza, también opera en el fondo Saturno, su regente nocturno y en exaltación, que es el maestro de la responsabilidad y los límites). En cambio Géminis es, como el antiguo dios Mercurio (al que se lo asocia), un signo sin tantas preocupaciones morales: contiene todos los lados que le toca abordar, se los apropia y se mimetiza con ellos, por su afán de dualidad, movilidad y conocimiento.
Pasemos al curioso caso del Sol en Leo y, por ejemplo, un ascendente en Cáncer. Es probable que el nativo sea interpelado por sus allegados como una suerte de psicólogo, ya que exterioriza una sensibilidad especial (Cáncer es agua cardinal, lo suyo son los sentimientos y saber escuchar, interpretar, no olvidemos que la Luna es su regente y se la asocia con nuestras emociones, pero también con la confidencia femenina y el público en general). El Sol en Leo se mostrará desconcertado ante semejantes planteos intimistas, ya que los leoninos son los reyes del zodiaco, amantes del teatro, es decir, de los hechos más que de los sentimientos. Su afán de magnanimidad se verá eclipsado por ese yo social que instaló el ascendente, más propenso a escuchar, ya que nadie escucha mejor que los cancerianos.
Sol en Capricornio y ascendente Géminis. En apariencia, mutable y de aire. En el fondo: cardinal y de tierra. Un adepto a las palabras en todo sentido. Será un tanto despistado pero, sin que nos demos cuenta, nos hará creer las cosas con facilidad (recordemos que Mercurio era también el dios de los comerciantes). Tendrá flexibilidad y espontaneidad, una tendencia liberal, un aire extrovertido, cultural y será un excelente conversador. Sin embargo, el Sol en Capricornio hace de sus nativos maestros del cálculo, con claras metas, goal-oriented: no dará un solo paso sin haberlo previsto y lo más probable es que termine sorprendiéndonos con sus ambiciosas jugadas, dignas de un ajedrecista.
Un caso conocido es el de Woody Allen, cuyos personajes meticulosos y neuróticos, de tendencia freak, parecen todo el tiempo preocupados por minucias, características que corresponden a su ascendente en Virgo, cuando en realidad sus películas tienen un alcance filosófico mayor, acorde a su Sol en Sagitario.
Por esto es que muchos astrólogos consideran que es un error llamar a las personas cancerianas o geminianas sólo por el hecho de tener el Sol en Cáncer o en Géminis. Sin embargo, un conocimiento de cada signo en particular, si bien es incompleto, ayuda a la hora de entender las múltiples combinaciones que se dan en una carta, tan diferentes unas de otras como caracteres y destinos existen.
Los aspectos entre el ascendente, el Sol y la Luna pueden ser armónicos o inarmónicos de acuerdo a la relación de los signos entre sí. Tomemos el caso de una persona con el Sol en Tauro, el ascendente en Piscis y la Luna en Leo. Entre el Sol y el ascendente el aspecto es armónico, ya que se trata de un sextil entre tierra (Tauro) y agua (Piscis). Esto equivale a decir que no le costará demasiado trabajo integrar su personalidad o su vida social con lo que ella realmente es (su Sol natal). Sin embargo, entre la Luna y el Sol tenemos una cuadratura entre un signo de fuego y uno de tierra, lo que traerá no pocas dificultades a la hora de vincular sus emociones (la Luna) intensas, teatrales y magnánimas (leoninas) con el pragmatismo prudente, reservado y perseverante (algo terco) de su sol taurino.
Por último, el ascendente puede explicar las parejas inexplicables. Cuando nos encontramos con dos Soles irreconciliables, que sin embargo están juntos contra todos los pronósticos, es muy probable que estemos ante un caso de compatibilidad a través de los ascendentes. Por ejemplo, el inquieto Sol en Aries encontraría difícil sobrellevar una relación con el prudente Sol en Capricornio, a menos que entrara en juego el ascendente Libra, su signo opuesto/complementario. Por lo general, la mayoría de las personas que atraemos (y nos atraen) son del signo opuesto a nuestro ascendente.