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A todo verano le llega su otoño



Pude llegar al final de 500 Days of Summer. Lo cual es, para alguien como yo, mucho. Me encontré con algunas cosas interesantes. Más que una historia de amor, es un aprendizaje en el marco de un ¿amor? no correspondido. Ahora bien, ¿qué clase de amor? Creo que Summer vive ¿un amor, un capricho, un despertar hormonal? más moderno y desprejuiciado, mientras que Tom parece salido de una bizarra parodia romántica de estética hipster e infantilidad preocupante. Al margen, me gustó recordar ese mundo previo a las redes, en donde realmente te conocías con alguien en lugares de la vida real sin saber de antemano sus costumbres, ideas, estilo, etc. No creo que en las relaciones los gustos de cada cual (por ejemplo, el amor mutuo por los Smiths) signifiquen o garanticen demasiado. Pero es algo que, tal vez, aprendes con el tiempo. Lo mejor fue el final, que es una especie de retorno de Saturno. De baldazo de responsabilidad. Ustedes me comentaron que Tom les parecía Cáncer o Piscis. Y coincido. Justamente dos de los signos más frágiles e inestables emocionalmente. Me inclino más por Cancer, sobre todo porque Saturno, el planeta de la madurez, es el principal antagonista del signo de la Luna. Summer, en tanto algo distante y racional, bien podría ser o tener mucha influencia de Acuario, no olvidemos que más allá de la rebeldía uraniana del signo, al fin y al cabo, también tiene como regente a Saturno (que cumple la doble función de propinarle el mazazo a Tom y ordenarle la vida emocional a ella, a través de la opción más conservadora y tradicional en términos de relaciones: el matrimonio). Mi personaje favorito es Autumn, que desgraciadamente tiene pocos minutos de pantalla. No sólo porque siempre fui team otoño, sino porque creo que ella encuentra a Tom en una etapa más madura, sólida e independiente, se ha vuelto (estoy seguro) más sabio y algo irónico. Es la historia que viene después de habernos dado el lujo de cometer todos los errores de juventud posibles. Que nos invita a seguir equivocándonos pero de un modo más elegante, sereno, con otra clase de errores, que igualmente saboreamos. En fin. A todo verano le llega su otoño.