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Casa XII


Mutable, neptuniana, venusina, joviana, saturnina. Es una de las casas más complejas del zodiaco. Su ambivalencia hace difícil su definición. Es la casa de la reclusión y la espiritualidad. La sanación y la pérdida. La cárcel y la música. Las enfermedades crónicas y los animales salvajes. Los asilos y las traiciones. Los enemigos secretos y los ángeles guardianes. La introspección y la identificación. La falsificación y la piedad.

Estos asuntos están sutilmente relacionados, ya que en astrología las correspondencias son fundamentales. La reclusión y el aislamiento, por ejemplo, son tierras fértiles para el conocimiento de uno mismo y la introspección. Bajo estas condiciones es que desarrollamos una visión más amplia y trascendental del universo. Por la misma razón es que se asocia a esta casa con Saturno: restringe, obstaculiza, retrasa, aísla. Su misión es centrarnos, imponernos rigor. Pero en la casa 12 las pruebas no se quedan en el plano material, realista, crudo, saturnino. Es decir, bloquea nuestros recursos para que podamos incorporar un sustento más espiritual en la vida. Aquí vemos a las enfermedades crónicas. A través de sus limitaciones nos enseñan el camino de la paciencia, la aceptación y el renunciamiento, muchas veces desde la niñez. Esto desarrolla una sensibilidad especial y una potente imaginación. Al igual que con Neptuno y Piscis, los mundos fantásticos, paralelos, interiores o inconscientes adquieren una gran relevancia.

Las personas con planetas en esta casa llevan una marca (física o psicológica) que los inclina al aislamiento (que también puede ser físico o psicológico). Son proclives a tener vidas secretas: una casa 12 sin secretos no es una casa 12. Es probable que haya un componente kármico en ellos, pero también algo sensual, sagrado. Los amores clandestinos, por ejemplo, pertenecen a ella: Venus, la Luna o Marte aquí predisponen a tener este tipo de relaciones. La conocida frase de Greta Garbo no nos sorprende a los que sabemos que tenía la Luna en casa 12: "Mi vida ha sido una travesía de escondites, puertas traseras, ascensores secretos, y todas las posibles maneras de pasar desapercibida para no ser molestada por nadie". O los recaudos, interminables, de Dirk Bogarde con sus dos planetas en casa 12 por proteger su privacidad. El célebre astrólogo Morin, con su stellium en esta casa, describió su vida como un "valle de lágrimas", en el que pasó sus días "de esclavitud en esclavitud". De hecho nos recuerda un viejo adagio medieval: "Tantos planetas en casa 12, tantos encierros". También hay ejemplos en los que, si bien no hay planetas en casa 12, Neptuno está en puntos claves de la carta natal. Es el caso de Stevenson, exiliado en la isla de Samoa, quien tenía a Neptuno en conjunción a la Luna en Piscis. O el de Marcel Proust, recluso durante casi toda su vida, con Neptuno en conjunción al ascendente. El asma lo privó de muchos placeres y diversiones desde niño. En su obra cumbre, En busca del tiempo perdido, deja constancia de las innumerables dolencias, prevenciones, manías, crisis y alergias que padecía. Sus biógrafos y su ama de llaves, Céleste Albaret, lo describieron como un hombre solitario, aislado hasta de sus afectos más cercanos; pero muy trabajador, encomendado a la obra que escribía noche a noche, en el silencio de las madrugadas.

Es una casa muy relacionada con la música por su afinidad con Neptuno y con la exaltación de Venus. Este es, quizás, su aspecto más positivo y creativo. Alan Leo hace una asociación muy interesante entre la cárcel y los instrumentos de cuerda, dado que el término violon en francés tiene su acepción también como prisión (tema fundamental de la casa 12). Pero, sobre todo, porque los sonidos de estos instrumentos, por su adaptabilidad y elasticidad, recuerdan al signo oceánico de Piscis. De hecho muchos grandes músicos tienen una casa 12 importante, como así también una fuerte presencia de Neptuno. Richard Wagner, Mercurio y Venus en 12 (en el grado neptuniano 29), Richard Strauss 3 planetas en 12, Schumann 2 planetas en 12, etc. El recientemente fallecido David Bowie, con su Sol (individualidad, vitalidad) y Marte (deseo, impulso, acciones) en casa 12, es un caso emblemático. A lo largo de su carrera supo explotar todo el misterio y la ambigüedad (musical, sexual, estética, espiritual) de su naturaleza neptuniana. Su vida representa muy bien esa dualidad empática del agua mutable: por un lado, conectar con las emociones del público a través de su arte; por otro, llevar una vida con gran reserva y una marcada tendencia al aislamiento. Los dos peces nadando en direcciones opuestas. Incluso sobrellevó su enfermedad terminal en secreto, también en sintonía con lo que la casa 12 representa para la astrología médica (enfermedades crónicas, lentas u ocultas), a tal punto que su muerte sorprendió a la mayoría de sus fans.
   
En tanto casa de agua, la casa 12 se relaciona con lo emocional y, por lo tanto, con lo familiar. En la casa 4 la familia es el refugio, lo conocido, lo necesario, lo sólido, el hogar, la zona de protección. En la casa 12 la energía familiar se vive de manera distinta: es la herencia incómoda, los secretos familiares, los tabúes latentes, las creencias, los mitos, las pérdidas, los karmas compartidos, los sótanos que no queremos abrir. La energía de los ancestros fluye, los vivimos como fantasmas propios. Conectamos con algo más allá de lo individual: el destino del clan, de aquello que nos excede y a la vez nos subyuga. Un buen ejemplo es el de Nathaniel Hawthorne, con Marte en aspecto tenso a Neptuno y el Sol en Cáncer (familia, pasado) en trígono a Plutón (pérdida, poder, sexo, muerte) en Piscis (disolución, reclusión, karma, arte). El escritor estadounidense escribió numerosas obras alegóricas sobre la impronta negativa de su familia puritana, que tenía entre sus ancestros al juez John Hathorne, quien tuvo participación en los juicios por brujería de Salem. Se cree que Hawthorne agregó una “w” a su apellido para disociarlo del de sus antepasados. Volvemos a lo que decíamos al principio: marcas físicas, psicológicas o simbólicas (en este caso también gramaticales) que nos pesan, nos recluyen, en la casa de Neptuno. Los astrólogos que en la antigüedad ejercían la predicción en las distintas cortes (y ámbitos de poder de su tiempo) veían en esta casa las traiciones, las emboscadas en los viajes, los encarcelamientos, los animales salvajes. No en vano siempre se la consideró la morada de los enemigos ocultos. La astrología contemporánea ya no ve estas enemistades de forma literal sino más bien simbólica. Las fobias, las manías, los desórdenes, las neurosis. La gran batalla que libramos en esta mansión es contra nosotros mismos. A través del servicio a los otros canalizamos esta pesada herencia hacia un fin superior, lo cual tiene mucho de purgatorio, de pagar las propias culpas, teñidas por las culpas familiares, ancestrales. En este sentido, podemos ver la doble influencia de Júpiter y Saturno: ambos planetas representan la autoridad y la justicia, pero en el primero se trata de un castigo divino, mientras que en el segundo, terreno. Ambos planetas aquí están en fuerza: la espiritualidad, el sentido, la superación personal son de naturaleza joviana; mientras que los límites, las restricciones y las reclusiones pertenecen al orden de lo saturnino.

Si en la casa 8 la intuición permite desenmascarar al otro, en la casa 12 desenmascaramos las leyes últimas de la vida. A la casa 8 todavía le duele el ego (está Marte detrás), en cambio a la casa 12 le duele la humanidad entera (está Neptuno detrás). Por eso forma parte del eje del servicio, junto a su casa opuesta, la 6 (Virgo). En la casa 6 servimos de un modo práctico, real, concreto, mientras que en la 12 el servicio tiene que ver con la sanación a otro nivel, redentor, religioso, místico. El calvario propio mediante el cual redimimos a los demás y a nosotros mismos. Un buen ejemplo de esta polaridad Virgo / Piscis podemos encontrarlo en dos personajes muy logrados de la serie de animé Los caballeros del zodiaco. Shaka, el caballero de Virgo, representa la espiritualidad ligada a la pureza de los pensamientos, al ascetismo búdico, a la síntesis y a la perfección. En The Lost Canvas, Albafica de Piscis reúne casi todos los atributos de la casa 12. Vive alejado (Neptuno), entrenando y esforzándose (Saturno) como guardián (Júpiter) de una aldea cercana para proteger a sus habitantes. El componente venusino tampoco falta: no sólo es el caballero más bello sino que su lugar de entrenamiento es un jardín de rosas. Y, por si fuera poco, se trata de rosas envenenadas. Él mismo se ha envenenado la sangre por vivir perfeccionándose entre sus delicadas armas, las rosas. Las venusinas rosas. Venus para los antiguos representaba, cuando se hallaba en una casa maléfica o en mal estado cósmico, envenamiento. Este contacto entre belleza y enfermedad (e incluso fatalidad) es totalmente casa 12, y nos remite al primer romanticismo: a la figura del poeta bohemio (El desdichado de Nerval), a Chopin componiendo sus preludios y nocturnos ya casi abatido por la tuberculosis. La trágica paradoja consiste en que a pesar de su extrema belleza, nadie puede acercarse a Albafica para evitar contagiarse. Sabemos la relación que existe, desde siempre, entre Piscis y la sangre. Y también entre Piscis y el sacrificio. Albafica se sacrifica en completa soledad y despliega toda su destreza en el ataque con flores bellas. Alguna vez Schumann describió la música del pisciano Chopin como “cañones sepultados entre flores”. De hecho, Chopin fue un ferviente patriota y defendió las causas del pueblo polaco, pero lo hizo a través de sus perfumadas y virtuosas polonesas. Siempre oscilando entre el arte y el compromiso, entre la belleza y el coraje, entre el sacrificio y la elegancia, la casa 12 nos enseña a fluir con fuerzas que no comprendemos del todo y que, sin embargo, nos permiten vivir de una manera más rica y más profunda. Aprendemos y crecemos (Júpiter) a través los deberes y el pesar (Saturno) de dejar ir (Neptuno) para fusionarnos (Venus) con nuestro destino colectivo (Piscis).