Suscribite Banner

Belle de jour: Libra y los dos lados de la balanza

 


I could sleep for a thousand yearsThousand dreams that would awake meDifferent colors made of tears

The Velvet Underground, Venus in Furs



Había visto Belle de jour hace mucho tiempo, en los años previos a mi encuentro con la astrología. Como nos pasa con las cosas cuando las revisitamos bajo el prisma astral, adquieren un sentido más amplio, simbólico y no por eso menos contundente. La película de Buñuel casi siempre se aborda desde una perspectiva psicológica, principalmente por su componente sexual de connotaciones sadomasoquistas y sus respectivos tabúes. Otro abordaje es el sociológico, la crítica a la burguesía, a su imposición del orden a cualquier precio, su represión de las pulsiones que Nietzsche llamaba dionisíacas, es decir, aquellas fuerzas instintivas, animales y barbáricas que nos unen a la naturaleza, cualidades que contrastan y confrontan con las líneas puras de la serena, civilizada, belleza de lo apolíneo

La protagonista, Severine, es una joven y bella mujer, hoy diríamos hegemónica, casada con un hombre también joven, atractivo, profesional; ambos conforman el matrimonio ideal según los estándares tradicionales, son la Barbie y el Ken soñados. Ella comienza a tener fantasías sexuales, por momentos surrealistas, de carácter masoquista, en las que se ve a sí misma humillada de distintas formas. El malestar creciente con el marido se empieza a disipar cuando encuentra una vía de escape en la realidad, al satisfacer sus deseos ocultos ejerciendo en secreto como prostituta en un burdel. Lo hace de tarde, mientras su marido, un distinguido médico, trabaja en el hospital. Severine sólo puede atender a sus clientes de 2 a 5, de ahí su sobrenombre "Bella de día".

Ahora bien, pasando al plano astrológico, me interesa de Severine su personificación de los dos lados de la balanza libriana: Venus, su domicilio, y Saturno, su exaltación. Tensión que es crucial para entender a este signo de aire. Por un lado, se lo vincula a la belleza, el placer, la seducción, la elegancia, estos son los atributos puramente venusinos, que podríamos considerar hedonistas. Sin embargo, la regencia de Saturno le aporta estructura, seriedad, civilidad: es la ley, el compromiso, la disciplina, el trabajo, las reglas, los límites. De la combinación de ambas influencias surge la institución insignia de la película, el matrimonio. Mezcla de romance y contrato, de instinto y sociedad, de sensualidad y convivencia, de idealismo y realidad, de placeres y obligaciones. ¿Cómo alcanzar un balance entre inclinaciones tan dispares? He aquí el desafío de Libra.

Se me podría objetar que Severine reúne elementos más geminianos o incluso escorpianos, dada la ambigüedad del primero y la oscuridad del segundo. Es probable que en su Carta Natal encontrásemos rasgos mercuriales o plutonianos, pero hay que hacer algunas distinciones o salvedades al respecto. En Géminis la dualidad se experimenta de un modo más ligero, natural e ilusorio, su hábitat es paralelo per se; por el contrario, vemos en Severine la culpa en reiteradas ocasiones, los retorcidos flashbacks que la torturan distan de esa versatilidad geminiana que intercambia planos y se desenvuelve entre ellos sin que se crucen, como al contrario finalmente ocurre en la película. Libra es cardinal, es el más pasional de los de aire, un signo de acciones; Géminis, mutable, es más abstracto, la mayoría de sus intenciones y deseos quedan en el ámbito de la hipótesis, la posibilidad y el ilusionismo. Además, Libra pertenece al eje de las relaciones, por lo tanto, gran parte de su esencia se estructura a través de su opuesto, Aries, como más adelante veremos en el final de la película (por lo tanto, alerta de spoiler: para redondear este artículo necesito avanzar hacia el fin). Respecto al lado escorpiano, lo asociamos rápidamente a Severine por su sexualidad, el morbo, los traumas de la niñez que se sugieren, las escenas de humillaciones y dolor. Sin embargo, en Escorpio no vemos esa compostura libriana, por el contrario, es el signo de la crisis y la regeneración: al final ocurren, pero no por su deseo transformador sino por una peripecia provocada por su amante. La escena de la mañana en el parque con el duque, cuando se le acerca a hablarle bajo el "sol negro" del otoño, sí es bastante escorpiana, ya que los temas que destacan son la muerte, el incesto, el fetichismo y la herencia. 

Como dijimos, Libra se define a sí mismo por medio de sus relaciones, es inherente en ellos esa capacidad de armonizar, ceder donde haga falta, encontrar la manera de seducir y acordar entre las partes. La diplomacia, la sociabilidad, la cortesía. Por eso, la presencia tan esperada de su opuesto, Aries, se da en la película con la aparición del amante Marcel, un criminal que visita el prostíbulo y se termina enamorando de Severine. Aries es todo fuego, pasión, batalla y, sobre todo, frontalidad: de entrada le pide a Belle que le revele su verdadero nombre, su vida, su misterio. Ella no accede, quiere continuar así. En una escena decisiva, él le pregunta por qué si ama al otro terminó ahí en el burdel, ella responde: "son cosas diferentes", y en eso va toda la esencia de la dicotomía entre Venus y Saturno. Aries rompe con la armonía que Libra quiere mantener a toda costa, irrumpe en la casa de ella, luego de haberla seguido en secreto. Es el mandato marcial de que las cosas ásperas deben ser enfrentadas, es el fuego que incendia las apariencias y la doble moral. Severine, por su parte, también se enamora de Marcel, pero su amor es más frío, opaco, resignado: su lado saturnino quiere conservar, al mismo tiempo, al marido. ¿Por status, decoro, comodidad, interés... amor? ¿Acaso porque la pareja es todo para Libra? No queda claro para nosotros, pareciera que tampoco para ella. Saturno, según enseña la astrología desde tiempos milenarios, es el principal antagonista del Sol, por eso el astro rey se exalta en el signo opuesto al de la exaltación saturnina: es Aries versus Libra siempre. De hecho, la muerte de Marcel a manos de la policía, por su crudo realismo y el arma de fuego, es un fin muy ariano.

Si bien el final queda abierto, del marido de Severine, que queda en sillas de ruedas y sin habla tras el ataque del amante, no podemos decir mucho. Pierre es un personaje demasiado onírico como para ser verosímil, lo cual le aporta características neptunianas o piscianas, Buñuel parece haberlo construido "idealizado" al ridículo para generar un fuerte contraste con las sórdidas fantasías de Severine. En este final hay unas notas que nos recuerdan la energía de la casa 12, de la cual ya hablamos en otro post. La reclusión y el encierro recorren toda la trama, primero a través del matrimonio "perfecto" entre Pierre y Severine, luego a causa de su "imperfección", provocada por el incidente y la parálisis del marido, que la lleva a hacerse cargo de él, asistiéndolo a modo de sacrificio y expiación por sus pecados, como ella misma se lo había anticipado al amigo de su marido en una ocasión. Esta realidad opresiva en torno a los deberes es una de las principales propiedades de Saturno, planeta que adquiere su condición de gozo en la casa 12, es decir, que se encuentra familiarizado con las restricciones que impone esta morada. La última escena, acaso redentora, acaso imaginada por Severine, impresiona por su fuerza simbólica: el paso del carruaje ahora vacío, en una reversión de la fantasía del comienzo, podría interpretarse de muchas maneras, una de ellas sugiere la necesidad de librarnos de nuestra pesada carga kármica por medio de la renuncia, la abnegación y la aceptación, cualidades que sin dudas desarrollamos a lo largo de la vida en la duodécima casa.