Eclipse de Sol

Los eclipses nunca tuvieron buena fama. Basta con releer textos de astrología clásica para encontrar tremendos vaticinios respecto a ellos. Los antiguos astrólogos temían por el ganado y la pesca (o por el advenimiento de plagas) si el eclipse caía en signos de naturaleza animal (Aries, Tauro, Cáncer, Leo, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Piscis) y por las ciudades y los hombres importantes si sucedía en signos de naturaleza humana (Géminis, Virgo, Libra, Acuario). Se estimaba que los efectos de los eclipses podían durar, por lo menos, seis meses.
Hoy la astrología posee un alcance más individual y menos catastrófico. Si bien es cierto que aún hay ramas de ella que estudian la influencia de los eclipses en las cartas astrales de los países, se enfocan menos en los desastres naturales (como era antaño) y más en los cambios estructurales a nivel económico, político y social.
Para interpretar un eclipse a nivel personal debemos desmenuzar su simbología partiendo de una serie de cosas: eje de signos, planetas implicados, zonas afectadas en la Carta Natal. En este caso, que ocurre en el signo de Virgo, hay algo vinculado a nuestro orden, hábitat, rutinas y trabajo cotidiano que será eclipsado. Purga, limpieza, depuración, detox. A su encuentro en el neptuniano grado 29, el Sol y la Luna Nueva forman una conjunción con Mercurio, ya transitando por el diplomático signo de Libra. Un planeta que nos ayuda a entender(nos) y a expresar(nos) mejor, tendiendo puentes con los demás. Durante este tiempo se (re)definen nuestras prioridades, proyectos y sociedades, dado que estamos a las puertas del equinoccio. Aspectos favorables con Urano en Géminis y con Júpiter en Cáncer nos indican que hay que atar cabos de otros tiempos, pero actuar y avanzar en una nueva dirección, aunque suene paradójico. Tal vez cerremos una etapa que nos quedó irreparable e irremediablemente atrás. En medio de presiones y tensiones entre lo que fue y lo que será, demos lugar a personas y entornos que nos permitan evolucionar.
Observemos nuestra Carta Natal, para así poder enfocar mejor su influencia. En casas cardinales (1, 4, 7, 10) podemos vivirlo de un modo más enérgico, efectuaremos los cambios de una manera más afirmativa y consciente. En las fijas (2, 5, 8, 11) lo relacionaremos con nuestros valores, sean económicos, individuales, conyugales o sociales. Finalmente en las mutables (3, 6, 9, 12) canalizaremos mejor su energía a través del intelecto, el orden, la inspiración y la espiritualidad.
